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SALUD

14 de agosto de 2024

Moscato: la historia de un clásico

Por: Jorge Rubén García

La historia de uno de los componentes legendarios que es sinónimo de fraternidad y cultura en Argentina.

El Moscato o Moscatel, a lo largo del siglo XX, se ha convertido en un histórico compañero de cualquier plan que implique noche, teatro y pizza. Tal es así que, en cualquier pizzería que se precie de clásica, debe ofrecerse Moscato frío a la venta. Su dulzura y características florales suponen un contraste grato para las robustas pizzas al molde. Pero ¿de dónde surge esta práctica hoy tan difundida?

El término Moscato puede aludir tanto al tipo de uva como al vino producido de ella. Las frutas de estas variantes, así como otras cercanamente emparentadas, son de las pocas que decantan en vinos que, de hecho, conservan el sabor de las uvas. La singularidad de las uvas Moscato hizo que se distinguieran muy temprano del resto; así, fueron de las primeras en recibir un nombre y un trato distintivo. En efecto, antiguos cultivadores de la zona del Mediterráneo han preferido esta variante por muchos, muchos siglos.

Las principales variedades

Las Moscato de Alejandría y Moscato de Hamburgo son cultivadas, al mismo tiempo, como uvas viñateras y uvas de mesa. Sin embargo, se comenta que la variedad de Hamburgo es mucho mejor para este segundo rol). La variedad Moscato Blanc à Petits Grains es la más antigua y noble, a la vez que es la que presenta mayor concentración de sabor a uva, de manera que produce vinos de elevada intensidad. Por otro lado, la variante Moscato Ottonel, más pálida en todos los sentidos, que, a pesar de tener orígenes más humildes, ha conseguido ascender en la escala de prestigio, convirtiéndose así en una parvenu.

Con frutos de semejante aroma (gracias a la elevada concentración en monoterpenoides), lo que en francés se denomina musqué, como si de hecho estuvieran impregnadas de almizcle, las uvas Moscato suponen una fuente de atracción potente para las abejas. Tal es así que permite asegurar con certeza que es la variante a la que los antiguos griegos denominaron anathelicon moschaton, y que Plinio el viejo tradujo al latín como uva apina (uva de las abejas). Hay filólogos, sin embargo, que argumentan que el nombre Moscato deriva de musca, latín para «mosca», sea como fuere, la alusión corresponde a la misma variedad.

Como sugerimos antes, el vino producido a partir de estas uvas posee un perfume floral producto de los aceites esenciales hallados en la zona próxima a la película del grano. El procedimiento de elaboración consta del agregado de alcohol vínico al mosto recién prensado. De esta manera, obtenemos un producto dulce natural que varía entre 5% y 15 % de alcohol añadido.  

El Moscato en Argentina

Existe, en nuestro país, el mandato según el cual el vino «debe tener en su composición al menos un 85% de Moscatel Blanco (Muscat blanc), Moscatel de AlejandríaMoscatel amarilloMoscatel rosadoMoscatel de Hamburgo o Moscatel Giallo«, de acuerdo al Instituto Nacional de Vitivinicultura. Principalmente, se produce en la zona de Cuyo, sobre todo en Mendoza y San Juan.

En las principales pizzerías porteñas que ofrecen el maridaje de pizza y Moscato, la opción favorita es el tradicional mendocino de la firma Crotta. José Eduardo Crotta, el fundador de la empresa, nació en 1905 en la región de Lombardía. Más precisamente, en una aldea llamada La Crotta, ubicada en la provincia de Pavia. Llegó a Argentina, catorce años después, anhelando la prosperidad y el resguardo frente a la voraz belicosidad europea secular. En la década del cincuenta tomó la decisión, junto a su esposa, de inaugurar su propia bodega, de manera que se radicaron en la provincia de Mendoza. Adquirieron allí un establecimiento perteneciente a los Ariota, una familia aristocrática del área de San Martín. Entre los logros que sitúan a José Eduardo Crotta en tanto que visionario se cuenta la decisión de comercializar el vino en formato de damajuana.

En su momento, ello supuso un riesgo y tomó un tiempo lograr encauzar tamaña propuesta, pero, ya en la década de los noventa, el éxito fue innegable. Las damajuanas siguen sosteniéndose, aunque situadas en un mercado dentro del interior del país, principalmente por la tradición de consumir vino en la mesa familiar los sábados y domingos.

La tradición de cenar pizza y Moscato, generalmente también fainá, fue inmortalizada por la canción del grupo de Blues, Memphis, la blusera, nombrada con tal combinación. La idea principal es, por supuesto, la de compartir la experiencia.

 
 

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